The Velvet Underground por fin ve la luz en su tercer álbum homónimo
El tercer álbum homónimo de The Velvet Underground permitió a la banda bajar el volumen. Todavía suena genial.
¿A dónde diablos se supone que vas después de un álbum como White Light/White Heat? Lanzado a principios de 1968, el segundo álbum de The Velvet Underground fue una declaración química deliberadamente dura y brutal, cargado de momentos que estuvieron a punto de desbordarse por completo en una anarquía perversa. Continuar así habría matado a la banda, quizás literalmente. Sin embargo, en el momento de hacer el tercer álbum de Velvet Underground (VU) las cosas fueron muy distintas.
Escucha ahora la edición deluxe del álbum homónimo de The Velvet Underground.
Tras la aturdida estela de White Light/White Heat, el violista/organista/bajista John Cale dejó la banda. Cale, un experimentador intrépido, fue uno de los arquitectos clave de aquellas texturas granulosas y abrasivas que caracterizaron los dos primeros álbumes de Velvet. Su reemplazo no pudo haber sido más diferente.
“Necesitaban equilibrarlo”
Doug Yule era un guitarrista de voz suave de Boston que tocaba con The Glass Menagerie, cuyas habilidades llamaron la atención del guitarrista de los Velvet, Sterling Morrison. Yule había estado viviendo en el gran departamento del manager de su banda, en el cual a veces se reunían distintas combinaciones de los miembros de Velvet Underground cuando estaban de paso por la zona. Ahí fue donde en un fatídico día Morrison se encontró a Yule practicando diligentemente. Al verlo tocar, Morrison se lo recomendó a Lou Reed.
Con Cale fuera de escena, Yule fue reclutado de manera formal por los Velvet para tocar el bajo y el órgano. En una entrevista para la revista de música en línea Perfect Sound Forever, Yule observó discretamente el tipo de balance que él aportaba a la banda: “John [había sido] un Piscis, Lou era un Piscis, Moe [la baterista Maureen Tucker] y Sterling eran Virgos… y yo era Piscis. Necesitaban un Piscis para equilibrarlo”.
Revelando las profundidades más desconocidas
Las grabaciones para el tercer álbum de los Velvet comenzaron en los TTG Studios de Hollywood en noviembre de 1968. Las canciones (visiblemente contenidas) que Reed trajo a la mesa tenían una visión deliberadamente contraria a toda la estática que la banda había salpicado en White Light/White Heat. Eran composiciones despojadas de todo el caos controlado y el sonido de los amplificadores a tope que habían caracterizado el disco anterior. En aquel momento, Reed intuía que otro álbum en la misma línea estridente diluiría el impacto de ambos trabajos. Además de ello, era habitual que a los Velvet los descartaran con demasiada frecuencia como meros sensacionalistas, señalandolos como un espectáculo de anormales que solo sabían hacer un tipo de monería. Por ello, en este disco era hora de revelar las profundidades más desconocidas de la banda, eso que se encontraba por debajo de toda la fanfarria de sus atuendos de cuero brillante y los plátanos pelados de sus portadas.
Como era de esperarse, las pistas de esta nueva visión sonora habían estado escondidas a simple vista desde los principios de la banda, algo que se puede apreciar en los interludios amorosos y tiernos de su álbum debut “Sunday Morning” y “I’ll Be Your Mirror”. Sin embargo, el tercer LP de los Velvet, titulado The Velvet Underground, de marzo de 1969, llevó esta vulnerabilidad silenciosa al siguiente nivel.
Cálido, sencillo, humanitario.
Hablando claro, frágil y de forma casi susurrante, el tema “Candy Says”, cantado por Yule, fue una pieza de apertura valientemente contenida. Tomando al transexual Candy Darling como el tema que guía la pieza (quien tuvo una participación en la película de Andy Warhol Flesh y, más tarde, apareciendo extensamente en la sátira de Warhol de 1971 Women In Revolt), la canción demostró una sensibilidad avanzada que se podría aplicar a contextos más amplios: “He llegado a odiar mi cuerpo/y todo lo que requiere en este mundo”. Es por ello que esta canción sigue resonando en un público alentadoramente amplio.
Como subproducto, “Candy Says” también fue una de las pocas canciones del álbum que dio origen a todo un subconjunto de indie rock impertinentemente incómodo y deliberadamente ingenuo que sería interpretado por bandas que parecen haber tomado al pie de la letra el sentimiento que transmite la mirada universitaria de Reed en la portada del álbum. “I’m Set Free”, la sincera “Pale Blue Eyes” (supuestamente escrita pensando en la ex novia de Reed, Shelly Albin) y el himno apropiadamente titulado “Jesus” se pueden interpretar – o malinterpretar – como una serie de sobrias y sinceras meditaciones que son a su vez una súplica subconsciente de redención. Esto es evidente cuando tomamos en cuenta el escenario adúltero establecido en “Pale Blue Eyes”: “Estuvo bien lo que hicimos ayer/Y lo haría una vez más/El hecho de que estés casada/Solo prueba que eres mi mejor amiga… Pero es verdaderamente, verdaderamente un pecado”.
“Déjanos hacer lo que más temes”
Pero no todo fue calma y confesión. La vibrante composición “Some Kinda Love”, que se siente como una canción de Creedence Clearwater Revival de bajo voltaje, hace un recorrido que comienza en la falta de juicio (“Ningún tipo de amor es mejor que otros”), pasa por un momento destructivo (“Y por supuesto que eres un aburrido/Pero en eso no careces de encanto”) y eventualmente aterriza en territorio inquietante (“Hagamos lo que más temes/Aquello de lo que retrocedes”).
Por otro lado, el tema sesgadamente experimental “The Murder Mystery” supera el impacto de “The Gift” de White Light/White Heat al presentar dos narrativas simultáneas visualizadas a ambos lados del espectro del estéreo: Morrison y Tucker en el canal izquierdo, Reed y Yule en el derecho. El verdadero impacto de esta canción es el hecho de que los trinos del órgano bien podrían formar parte de un álbum de Doors o Strawberry Alarm Clock. Considerando lo innovador de los trabajos de VU, es sorprendente que a pesar de su estructura arriesgada, es de los pocos momentos del catálogo de la banda cuyos sonidos están claramente enmarcados en la estética sonora de su época.
¿Y qué podemos decir de los temas rockeros, alegres y divertidos de “Beginning to See The Light” y “What Goes On”? El primero es un torrente de euforia incontenible (“Hay problemas en estos tiempos/Pero vaya, ninguno de ellos es mío”). Una canción donde la percusión de Moe Tucker está impecablemente equilibrada en el punto óptimo entre un impulso implacable que camina hacia adelante y la parte trasera perezosa del ritmo. La voz de Tucker es la que cierra el álbum, infiltrando “Afterhours” de Reed con una dulzura encantadoramente accesible.
La belleza de la desalentadora reputación de la VU hizo que este conjunto de canciones generalmente cálidas, sencillas y humanitarias aún así fueran consideradas subversivas para ciertos sectores. Algo que contaremos como una victoria para la banda en todos los frentes.
El tercer álbum homónimo de The Velvet Underground se puede comprar aquí.