Álbum Azul que convirtió a Weezer en una sensación del power pop
El álbum es un recordatorio atemporal del poder que lleva consigo la música pop vibrante y enérgica.
Antes de los covers a Toto y a a-ha, antes de los videos protagonizados por la Rana René y antes de los paquetes de vacaciones en cruceros temáticos, Weezer era simplemente una banda de cuatro integrantes de apariencia normal y corriente con un talento extraordinario para crear más ganchos sonoros de los que te puedes imaginar e interpretar un power-pop tenso y vertiginoso lleno de encanto geek. Cuando su álbum debut homónimo (más tarde apodado “Blue Album” al estilo de los Beatles debido a su portada) fue lanzado el 10 de mayo de 1994, éste reveló a una banda que sobresalía de esa escena grunge que definió al rock estadounidense a mediados de los 90.
Escucha el “Álbum Azul” de Weezer.
Comparados con esas bandas – Nirvana, Soundgarden, Pearl Jam y Nine Inch Nails, entre ellas – los Weezer de Rivers Cuomo eran diferentes. Aunque estaba tan atado a Nirvana como el resto de su generación, Cuomo se inspiró en las irresistibles melodías centrales de canciones como “About A Girl” o “Lithium” por encima de la inclinación contrastante de Kurt Cobain por el chillido y el nihilismo. Si a esto le añades el amor temprano de Cuomo por The Beatles, KISS, The Cars y The Beach Boys, y le espolvoreas un poco de la grandilocuencia del hair metal, tendrás una buena referencia de a qué suena el “Álbum Azul”.
Tomando lo mejor de los genios del pop
Pero si todo lo que se necesitara para convertirse en un genio del pop fuera tener un buen oído para tomar elementos de otros genios del pop, entonces muchos de nosotros estaríamos viviendo esa gran vida de los artistas más exitosos. El “Álbum Azul” de Weezer llegó a vender más de tres millones de copias gracias a cómo Cuomo construía sus canciones: emocionantes estallidos de pop cantado sin miedo a desatar uno que otro riff gigantesco. Sus letras hablaban de marginación e incomodidad social por encima de una música que era emocionante y absolutamente triunfante. Cada uno de los sencillos del álbum – “Undone (The Sweater Song)”, “Buddy Holly” y “Say It Ain’t So” – alcanzó el Top 10 de la lista Modern Rock de Estados Unidos y el Top 40 del Reino Unido, una hazaña sorprendente para una banda que sólo llevaba unida desde principios de 1992.
Sin embargo, Cuomo había estado perfeccionando su arte desde finales de los 80, tocando en una sucesión de grupos con diversos grados de éxito local – entre ellos 60 Wrong Sausages, Avant Garde y Zoom – antes de llegar a la alineación que formaría Weezer y captaría la atención de Geffen Records. Una vez firmado con una discográfica, el grupo deseaba grabar con sus propias manos su álbum debut en el garaje donde realizaban sus incesantes ensayos. Sin embargo, Geffen tenía otras ideas y envió los demos de la banda a productores de renombre. Ric Ocasek de The Cars quedó lo suficientemente intrigado como para visitar a Weezer y proponerle producir su debut en Electric Lady Studios de Nueva York. La idea de que Ocasek hiciera uso de su magia power-pop era difícil de resistir.
Trabajar con él resultó ser una elección inteligente. El “Álbum Azul” suena tan fresco hoy como lo hizo en el momento de su lanzamiento y cada canción es un tour de force dinámico sin un segundo de desperdicio. El entrenamiento en armonía vocal al que se sometió la banda dio sus frutos, ayudando a añadir un grado de profesionalismo muy alejado del grunge. Una vez que esas armonías se yuxtapusieron contra las guitarras crujientes se creó una visión sonora realmente apremiante.
El poder que lleva consigo la música pop estridente y enérgica
En un acto sin precedentes de autoconservación pop, Cuomo pareció anticiparse a cualquier burla sobre su apariencia claramente “cuadrada” siendo el primero en señalarla a través de su joya más potente de surf-pop, “Buddy Holly”. Su melodía implacable y embriagadora navega sobre un acompañamiento musical que se va construyendo hasta llegar a una ruptura de guitarra que, mientras lees esto, probablemente sea el responsable del estallido de varios air guitars en distintas partes del mundo.
Pero hay mucho más que eso en el “Álbum Azul”: los arpegios iniciales de “My Name Is Jonas” tienen un efecto similar al del perro de Pavlov en distintas generaciones de fans del rock, a quienes hace esperar ansiosamente el ataque de un poderoso acorde de guitarra. “Surf Wax America” está también llena de una emoción efervescente que sin duda nos recuerda el sonido de los Beach Boys durante un viaje de placer; “Undone (The Sweater Song)” es festiva hasta llegar al punto de convertirse en un himno, pero vulnerable al mismo tiempo. Sembrando así las semillas del lado más melódico de ese emo que Weezer patentaría en su continuación de 1996, Pinkerton.
No hay momento alguno de debilidad aquí. Décadas más tarde, el “Álbum Azul” de Weezer es un recordatorio atemporal del poder de la música pop estridente y enérgica.