‘Lo Mato’: la joya de la salsa de los 70 de Willie Colón y Héctor Lavoe
Este álbum clásico fue un anómalo canto del cisne: un reconocimiento de la disolución inminente aún lleno de vitalidad y vida.
Willie Colón y Héctor Lavoe, una de las combinaciones de líder de banda y cantante más célebres en la historia de la música latina, representaron dos mitades complementarias únicas de una asociación que revolucionó el movimiento de la salsa. Nacido y criado en el Bronx y apodado “El Malo”, Colón era el nuyorican conocedor del barrio con un tono crudo de trombón correspondiente; el puertorriqueño Lavoe (cuyo nombre artístico era “La Voz”) encarnaba la esencia del jíbaro, la población rural sinónimo del corazón de la isla, a través de su fraseo conmovedor y enérgico, su ingenio para la improvisación y el humor. Juntos, a través de una serie de impecables álbumes de finales de los 60 y principios de los 70, fusionaron la maestría de los estilos afrocubanos tradicionales con una imagen de chico malo astutamente comercializada (haciéndose pasar por ladrones de bancos del Lejano Oeste, gánsteres de El Padrino y forajidos “buscados” por el FBI en sus icónicas portadas de LP diseñadas por Izzy Sanabria) que capturaron visualmente su carisma y ayudaron a catapultarlos al estrellato.
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Sin embargo, en 1973, la relación del dúo se había deteriorado bajo el peso de las trampas del éxito – específicamente el estilo de vida fiestero de Lavoe y su adicción a la heroína, lo que resultó en su tardanza habitual (o ausencia total) para las actuaciones. Entonces, si el trasfondo de Lo Mato (Si No Compra Este LP) es comprensiblemente melancólico (desde el humor negro de su título y portada hasta el tono aleccionador de sus composiciones centrales) la calidad sostenida por todos es aún más impresionante.
Escrita por Colón con un subtexto inequívocamente cauteloso, alimentada por una línea de piano extremadamente enganchadora de Joe Torres, e interpretada por Lavoe con toda su autoridad, “Calle Luna Calle Sol” describe literal y metafóricamente la amenaza inminente de pisar una calle peligrosa, siniestra por no perdonar a sus víctimas. “Todo Tiene Su Final” ve la letra de Colón lamentando la corta duración de la vida (“Todo tiene su final/ Nada dura para siempre/ Tenemos que recordar/ Que no existe eternidad”: “Todo tiene su final/ Nada dura para siempre/ Tenemos que recordar/ Que la eternidad no existe”) mientras que Torres da rienda suelta a un solo inspirado y las improvisaciones siempre convincentes de Lavoe muerden con un toque de vida real (“Haz como yo nunca eche pa tras”). Aún más personal es la composición compartida de Lavoe “El Día de Mi Suerte”. Sobre un ritmo de bomba, con el trombón de Colón invirtiendo tristemente el riff característico del clásico del grupo “La Murga”, Héctor recuerda la muerte de sus padres, su lucha por mantener el optimismo y contempla cuándo cambiará su suerte.
Equilibrando la pesadez predominante está el hecho de que la banda de Colón sigue siendo musicalmente atrevida, amigable con la pista de baile y creativamente poderosa como siempre. “Junio 73” muestra los trombones del duelo apasionado de Colón y Eric Matos, “Guajira Ven” encuentra al conjunto exaltando felizmente la belleza natural de Puerto Rico, y “La María” añade una contagiosa samba brasileña a su bolsa de trucos musicales. Tras su lanzamiento, Lo Mato fue adoptado como otro clásico. Pero sus progresiones predijeron la dirección posterior de Colón: más arriesgada, más sustancial y de actualidad en el tema, e inevitablemente requiriendo un socio igualmente enfocado y comprometido con este crecimiento. En un año, anunciaría la disolución de este grupo de larga data (aunque él y Lavoe continuarían colaborando como productor y artista). Lo Mato es ese raro canto del cisne: un reconocimiento de la disolución inminente todavía abundante en vitalidad y vida.
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